Covid-19, incertidumbre y adaptación

Por José Luis Arce
12 de noviembre, 2021

 

La crisis provocada por el SARS-CoV-2 es mucho más que una coyuntura retadora para las sociedades democráticas; más compleja en su abordaje e infinitamente más disruptiva que cualquier otra crisis política o económica enfrentada en el pasado.

Primero porque se trata de un evento sumamente complejo de comprender y cargado de incertidumbres. La magnitud de los impactos y las implicaciones de la pandemia por la Covid-19 trascienden el mundo de lo sanitario y se instalan profundamente en lo económico, social y político, justamente en un contexto en que esas dimensiones ya se encontraban tensionadas y vulnerables; especialmente debido al deterioro de las instituciones y la convivencia democráticas, condiciones básicas para poder alcanzar los acuerdos colectivos necesarios para enfrentar la crisis y sus consecuencias.

En las democracias liberales, las instituciones y los actores políticos han mostrado, sistemáticamente en las últimas dos décadas, no estar preparados y, quizás, carecer de las herramientas suficientes para comprender, enfrentar y tomar decisiones de política pública efectivas en respuesta a eventos sumamente complejos, debido principalmente a la dinámica cortoplacista y, muchas veces desentendida de los hechos y de la ciencia, y mucho más concentrada en la disputa y en la generación de conflictos diferenciadores para obtener réditos particulares que ha asumido el quehacer político.

Cómo si esto no fuera suficiente, este shock, a diferencia de otros en el pasado, no parece ser pasajero ni parece prontamente diluirse en el tiempo permitiendo ese refugio tan común en la psique humana que constituye el retorno a la “normalidad”.

Todas estas debilidades han quedado en evidencia en los últimos veinte meses. Con rapidez se ha tenido que actuar adoptando medidas en un marco de casi completa incertidumbre y en un contexto de cambio permanente.

Este complejo cóctel se ha experimentado – y, sin duda, continuará experimentándose así en los próximos meses – desde el inicio de la pandemia, por ejemplo, cuando se desconocía el mecanismo por el que viajaba de una persona a otra el virus haciéndolo altamente contagioso, la forma en como actuaba una vez alojado en las personas enfermas, la efectividad de las vacunas desarrolladas contra la enfermedad – hoy la duración de la inmunidad que confieren – o la posibilidad de que nuevas variantes del virus sean capaces de evadir las defensas que las sociedades han desarrollado hasta hoy y compliquen nuevamente el escenario sanitario en un futuro cercano.

Ante esta compleja realidad, las autoridades gubernamentales y los actores políticos y sociales – liderazgos de partidos políticos, de grupos empresariales y de presión, de sindicatos y otros colectivos sociales, etc. – deben actuar responsablemente dejando de lado la narrativa de la vuelta a la normalidad y la de la defensa de intereses particulares, sustituyéndola por la de la necesidad imperiosa de adaptación – individual y colectiva – ante la posibilidad de que cambios inesperados en la coyuntura sanitaria requieran volver a adoptar medidas como las implementadas en los meses pasados – por ejemplo, restricciones de movilidad y de actividad económica – o de otro tipo, en el caso de que el ataque del virus recrudezca.

Con el conocimiento disponible hoy, se sabe que más que el número de contagios, el indicador clave es el riesgo de una posible saturación de los sistemas de salud y que convivir con el virus – y por tanto, eliminar muchas de las restricciones de movilidad impuestas – es posible si se garantiza una elevada tasa de vacunación – incluyendo la necesidad de dosis de refuerzo periódicas y de la inoculación de la población infantil –, se mantienen ciertos cuidados de higiene personal y de distanciamiento humano como el lavado de manos y el uso de mascarillas y se procura ejercer cierto control sobre el ingreso de personas contagiadas desde el resto del mundo.

En este marco, quienes pretendan hoy el retorno a las condiciones previas a marzo 2020 – a esa añorada “normalidad” pre pandémica – exhiben una enorme ignorancia al desentenderse de los hechos o un brutal desprecio por los otros, lo que los lleva a anteponer sus intereses particulares – políticos o económicos – de corto plazo al bienestar colectivo.

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